¿POR QUÉ MI HIJO NO ESCRIBE BIEN?
A priori, escribir nos puede parecer una tarea sencilla. Muchas veces creemos que si el niño coge bien el lápiz, el resto ya se va perfeccionando con la práctica. Pero entonces, ¿sólo por coger el lápiz se escribe? ¿Nada más interviene en la escritura?

Factores que intervienen en la escritura:
La maduración es una serie de procesos biológicos que posibilita el desarrollo de nuevas habilidades o conductas. En cada niño el proceso de maduración se desarrolla en un momento u otro, dependiendo de sus propias capacidades y del entorno que le rodea.
Por ejemplo, en el caso de la escritura, no hay una relación directa con la edad cronológica en la que el niño debe escribir, sino que depende del estado madurativo de cada niño. Aunque algunos estudios sitúan ese estado madurativo necesario para adquirir la escritura .
También se requieren unas habilidades cognitivas óptimas para desarrollar la escritura:
El niño tiene que ser capaz de prestar la atención suficiente para inhibir estímulos distractores y ser capaz de concentrarse en escribir.
El menor debe poseer un nivel de razonamiento óptimo para asociar sonidos con palabras, lo cual es muy abstracto y complicado, neurológicamente hablando.
También requiere de un grado lingüístico apropiado, con un buen desarrollo del lenguaje verbal.
Por otro lado, el niño debe mantener una conducta positiva, debe estar motivado y con ganas de querer escribir. Tenemos que promover que le guste escribir, sin obligarle ni castigarle, simplemente por la satisfacción propia de conseguirlo por sí mismo.
Por supuesto, las habilidades motrices juegan un importante papel en la escritura, desde un buen agarre del lápiz hasta una buena coordinación global del brazo, permitiéndonos así un movimiento fluido y un ritmo coordinado que nos permite trazar letras y números a una velocidad y calidad adecuadas.
Sin olvidar tampoco que para una escritura legible es imprescindible que el cuerpo esté en una posición estable, por lo que también necesitaremos un buen control postural que mantenga el tronco, el cuello y el brazo en el ángulo correcto en cada posición. Esa posición será diferente y adaptable a si el niño escribe sentado, de pie, o incluso si escribe tumbado en el suelo.
Además, la mayoría de lo que escribimos es información que recibimos a través de la visión (de un libro, cuaderno, pizarra,..) o del oído (dictado, música,..). Pero no sólo la visión y el oído son los sentidos sensoriales que intervienen en el proceso de la escritura, sino que también intervienen otros sentidos:

El sistema visual es el encargado de registrar la información visual correctamente para que el niño pueda distinguir y reproducir lo que ve. Y no es suficiente que el niño vea las letras más pequeñas a una gran distancia, sino que sea capaz de interpretar lo que ve y de comprender el significado de lo que observa, para poder después reproducirlo en el papel.
El sistema propioceptivo (encargado de recoger la información de las articulaciones, ligamentos y músculos, aportando información de nuestro cuerpo en el espacio) es necesario para que el niño tenga información sobre la fuerza y la presión necesaria que debe ejercer el niño para sujetar correctamente el lápiz, ni tan fuerte como para romperlo, ni tan débil como para que se caiga o no pinte.
El tacto de los dedos y de la mano informan sobre la forma y la textura del lápiz o bolígrafo, consiguiendo un agarre/pinza idóneo.
El sistema vestibular (encargado de recoger información del movimiento), facilita el colocar correctamente cabeza, cuello y tronco para poder mantener una postura adecuada que facilite la escritura. Imaginad el control que debemos adquirir en este aspecto, si por ejemplo se trata de copiar un texto de la pizarra a un cuaderno y la de veces que levantamos la cabeza para mirar y la volvemos a bajar para escribir.

Por lo tanto, debe quedar claro que para que un niño escriba bien, requiere de un nivel óptimo en cuanto a su habilidad motriz, maduración, habilidades cognitivas y conductuales y un buen desarrollo e integración de sus sentidos sensoriales.
Si nuestro hijo muestra dificultades en la escritura, siempre debemos seguir las indicaciones de los maestros para que todos estos prerrequisitos necesarios puedan conseguirse, y si la dificultad persiste, es recomendable realizar una valoración desde Terapia Ocupacional para orientar de forma adecuada el tratamiento y conseguir que el menor consiga una buena adquisición de la escritura.
María Ruiz Sánchez
Terapeuta Ocupacional especializada en Integración Sensorial